miércoles, 22 de noviembre de 2023

The party that makes me feel my age

Este fue un año de mucho concierto de gran calidad, de bandas a las que en mi primera juventud, y digo primera porque voy probablemente en la tercera, se me habían escapado y finalmente pude ver. Entre ellas estaban anotadas varias en el cartel que anunció el Corona Capital 2023. 

 Después de dejar a Aurora y los coches en casa del Cima, de equiparnos con un par de ánforas mezcaleras y unos chocolates mágicos, nos subimos al MB en WTC, al Metro en Chilpancingo y como sardinas nos fuimos hasta la Ciudad Deportiva. 

La idea era llegar a The Walkmen, pero solo alcanzamos el final de su presentación. Cima, mi gurú musical número uno, sugirió ver a Brittany Howard y, aunque ya la había escuchado con los Alabama Shakes en otro Corona Capital pero hace como diez años, me gustó verla de nuevo. De ahí nos movimos a Phoenix, que traía unas gráficas muy dinámicas que se proyectaban en un marco y el fondo que traían como escenario, haciendo contrastes todo el tiempo entre sus siluetas y las imágenes.

Después un poco de The Hives y tuve que sacrificar a Unknown Mortal Orchestra porque la banda más importante en mi interés coronacapitalero era Pulp y por ningún motivo pensaba arriesgar un buen lugar. 

Nos acomodamos junto a la cabina de audio, de frente al espacio donde sería la presentación y esperamos mientras vimos cómo montaban el escenario con una escalinata al fondo y dos cubos ligeramente abiertos casi al límite del frente. Entonces apareció Jarvis Cocker vestido en un traje setentero de pantalones acampanados en terciopelo color verde botella y una camisa satinada del mismo color. Un performance muy pensado, con luces, humo, confetti, poesía, música y en algún momento, bajaron la luna creciente del cielo y la convirtieron en llena para ponerla de fondo en el escenario. 

Probablemente yo estaba predispuesto a aplaudirles todo, pero sonaron perfecto y aunque ya habían tocado casi todos sus hits (creo que faltó "Like a Friend"), cuando sonó "Do You Remember the First Time?" (mi favorita) volvieron, para mí, la mejor presentación de la noche que terminó con Arcade Fire que también estuvo brutal. No fue todo el día, como dice Pulp (pero con otro contexto), el Corona fue "the party that makes me feel my age", y aunque muy pesada, fue una chinga muy divertida. 

 Así el primer día del festival, próximamente la crónica del sábado y domingo.

 

miércoles, 2 de junio de 2021

. n i n a .


 A Nina la conocí casi recién nacida. Se llamaba Phoenix entonces, le habían puesto ese nombre porque no comía bien y no se estaba desarrollando como sus hermanos, parecía que no iba a sobrevivir, pero daba batalla y se mantenía viva.


Por aquellos días yo vivía solo en la Narvarte. Todos los días regresaba a mi casa pateando piedritas en la calle, pensando en adoptar un perro que me hiciera compañía.


Me contaron de un refugio que tenían unas chavas que conocían a una amiga, pero solo tenían unos gatitos recién nacidos. Bueno, pero que sea una gatita negra. Según yo, poniendo condiciones.




Conectamos de inmediato, se me acercó tambaleante mientras sus hermanos seguían tomando leche y su mamá me veía con ojos de cansancio. La puse en mi mano, me contaron que tenía su colita rota y preguntaron si no me importaba porque a veces rechazan a los cachorros que no les parecen perfectos. Me pidieron un mes para esperar a que sobreviviera y que se pudiera ir conmigo.


Desde que llegó a casa ya no se despegó de mí. Los primeros días se acostaba en mi cuello con su ronroneo encendido después de amasarme con sus garritas de aguja.


A su manera, fue muy sociable. Se acercó a todas las personas que entraron a nuestra casa. Tenía muchas rutinas en las que me hacía participar y, sin darme cuenta, las volví mías.


Todos las mañanas se paraba en dos patas junto a la cama con sus maullidos especiales matutinos, algunos besos de nariz y si no me levantaba, brincaba sobre mí para darme masaje de garras en la barriga y el pecho.


Guardia en la puerta esperando a que me bañara, mordidas en los pies mientras me vestía y exigencia por subir a la azotea antes de irme.


Me la encontré en la puerta casi siempre que volví de la calle, no sé si me olía o escuchaba, pero me esperaba para subir otra vez a ver las plantas y explorar por ahí.


Antes de dormir venía a darme una sesión de topes en la cara y ronroneos intensos.


Hoy, hace una semana, nos dimos cuenta que algo no iba bien. Fuimos al veterinario el viernes y el sábado nos dieron la peor noticia.


Platiqué mucho con ella esos últimos días. La vi esforzarse por no verse mal, por seguir caminando con elegancia con una patita delante de la otra como si fuera en un alambre, pero ya no podía más. Fue todo muy rápido.


Finalmente, el domingo por la noche, las mismas chavas que me la prestaron estos diez años, me ayudaron para que alguien viniera a casa para que ya pudiera descansar. Se fue tranquila, rodeada y acariciada por Maya, Inki y por mí.


Fui su persona, la extraño cabrón y no puedo dejar de llorarle a mi Nina gatita de plomo.


“Tiny Dancer”

Elton John


miércoles, 6 de enero de 2021

Nina de plomo

Se enteró antes que yo, creo. No lo había relacionado, pero lleva tres o cuatro días observándome demasiado.

Hoy vino preocupada, se acostó en mi pecho, me olió con cuidado y paciencia, me maulló que esté tranquilo, repitió la revisión olfativa y volvió a acostarse sobre mí sin apartar sus ojos de los míos. Así estuvimos hasta que me dormí un rato y soñé cosas rarísimas y atemporales que a esta hora ya no recuerdo.


Nina, gatita de plomo, cómo te quiero.






sábado, 19 de septiembre de 2020

El Puño en Alto y Silencio.

He estado pensando, desde hace tres años, cómo podría escribir esto. Me doy cuenta que sigo sin saberlo, pero tampoco quiero seguirlo posponiendo. El lugar común dice que habría que comenzar por el principio, pero tampoco lo tengo claro. Últimamente creo que ese principio, me refiero al mío, se remonta a 1985.

Encuentro algunas coincidencias entre aquel año y 2017, me refiero a más allá de la obvia. Treinta y dos años antes recién nos habíamos mudado a la casa donde ahora viven mis papás, Tatiana y yo estábamos muy emocionados porque Axel no tardaba en nacer, teníamos amigos nuevos por el cambio de escuela, teníamos muchos parques cerca para correr, jugar, escondernos y también hacer más amistades ahí. Fue un cambio determinante en nuestras vidas porque ya no vivíamos en el tráfico y teníamos más tiempo para ver a nuestros papás en otro lugar que no fuera el coche.

Hace tres años también habíamos cambiado de casa, yo estaba cansado de vivir en el ruido de La Condesa, el tráfico otra vez, aunque me transporto sobre todo en bicicleta, los borracheras escandalosas de todos los días, a toda hora y de varios de mis vecinos. Encontramos un departamento a media cuadra de mi trabajo, a 15 minutos del de Ingrid y así la convencí de movernos a Coyoacán, con otras muchas consecuencias a partir de eso.

Cuando el piso brincó un par de veces, lo primero que pensé fue que estaba pasando un camión frente a la casa donde estaba aquella oficina donde trabajaba entonces, pero en el fondo creo que sabía que era otro terremoto porque por ahí solo había espacio para que pasara un camioneta no muy grande y circulando despacio, entonces quise convencerme de que se había azotado una puerta o que había una obra inexistente en la casa de junto, que alguien estaba saltando para asustarnos porque, de todas las probabilidades, la que parecía menos factible, era la única real y no podía creerlo.

Después de pasar por todas esas posibilidades en mi cabeza en menos de un segundo, salí corriendo al garage junto a las otras dos personas con las que estaba reunido, abajo nos encontramos con otros tres compañeros y después de no poder abrir la puerta para salir a la calle, nos quedamos abrazados tratando de mantener el equilibrio.

A partir de ahí, pude hablar con mi novia y saber que estaba bien, mis papás también, pero de mis hermanos pasaban los minutos y no teníamos noticias. A él lo busqué primero porque su trabajo estaba más o menos cerca de donde yo estaba, en el camino pude hablar con ellos por mensaje, las líneas de los teléfonos estaban intermitentes y el internet se había caído también, por lo que yo no supe de ningún derrumbe hasta que tomé mi bicicleta y me fui a La Condesa a ayudar a mi hermana a recoger algunas cosas y a que saliera de ahí.

Fue un camino muy raro, mi recorrido fue por División del Norte hasta Nuevo León y Sonora, pasando por las calles que salen y entran de Amsterdam cerradas con cintas por militares. Pasé por muchos lugares donde hubo derrumbes y no los vi, mi atención estaba puesta en llegar con ella.

Recuerdo el olor a gas, el silencio, las miradas perdidas de todos, muchas personas llorando,  No lo entendí hasta que estuve con Tati, nos encontramos afuera de su edificio, lloramos o lloré, creo que solo lloré yo, nos abrazamos y nos despedimos porque su novio iba a pasar por ella a algún punto.

Creí que iba a poder contar lo que pasó en las siguientes dos semanas, pero no.

Lo que sí quiero compartir es el esfuerzo y la admiración por la mayoría de las personas que conozco, son mis héroes para siempre. A mis papás y Tati, que prepararon comida para los voluntarios. A Ingrid y Tania que administraron los botiquines y el agua en el Centro de Acopio de la Alberca Olímpica. A Axel, Rodrigo y Héctor que dormían dos horas para regresar al trabajo y saliendo se iban a cargar escombros, un día sí y al siguiente también. A Carlos que hizo revisiones estructurales en muchos edificios dañados, algunos a punto de colapsar. A Volador, que se movió por todos lados para conseguir pilas para los centros de acopio. A la Parrilla Urbana de División y Heriberto Frías, que abrió su cocina y atendió a los voluntarios y rescatistas del edificio de Escocia y Edimburgo. A los que levantaron el puño, guardaron silencio y otra vez bajaron los brazos pero solo para levantarlos después con piedras.

No hay música hoy, en su lugar, el poema de Juan Villoro en la voz de muchas personas.

"El puño en Alto".



martes, 10 de marzo de 2020

#9M Un Día Sin Mujeres

Esta es una crónica de cómo viví el Un Día Sin Mujeres del 9 de marzo de 2020.

Salí a la calle un poco más temprano de lo que acostumbro, tenía una cita para cortarme el cabello cerca de mi ex casa y necesitaba tomar el metro en la estación General Anaya. Caminé poco menos de 10 minutos y en mi recorrido encontré señoras preparando quesadillas, vendiendo tamales y a una mujer de mi edad acompañada por una niña de no más de seis años a las que un hombre, también de mi edad, les explicaba que irían a algún lugar para limpiar un departamento.

Llegando a la estación me encontré con la taquilla cerrada y un letrero explicando que no abrían por el paro del #9M. Había muy pocas mujeres en el andén y en los vagones reservados para ellas.


Conforme el metro se acercaba al centro de la ciudad, más mujeres subían a los vagones. Una vendedora ambulante de correas para lentes recorrió el vagón en el que yo viajaba.


Cuando llegué a la estación Insurgentes, pasé frente a un local de Farmacias de Similares atendido únicamente por mujeres, había un moño de tela morada en la marquesina del negocio y enfrente el reportero de alguna televisora haciendo una nota desde ahí. La mayoría de las personas que circulaban por la plaza éramos hombres.


En el lugar de mi cita me encontré con una mujer haciendo limpieza. Mientras me atendían escuché algunas conversaciones y opiniones a favor y en contra de la marcha del domingo y el paro del lunes. Al salir, me encontré de nuevo con la mujer que hacía limpieza a mi llegada, le pregunté por qué estaba trabajando, si la habían obligado y me contó que porque su patrón le había dicho que así tenía que ser.


Tomé el Metrobus para llegar a mi trabajo y ahí tampoco había muchas mujeres, había tres hombres, dos mayores y uno joven, ocupando asientos en la zona reservada para mujeres, pasando dos estaciones, subió un policía a pedirles que se movieran de ahí aunque hubiera muy pocas mujeres viajando en el camión, varios sonreímos y nos pareció muy bien que los quitaran. Cuando arrancó de nuevo el chofer, los dos hombres mayores se miraron entre ellos y comentaron negativamente la portada de El Gráfico que llevaba uno de ellos.


Durante todos mis recorridos hasta ese momento, noté que había un silencio en la ciudad impresionante, muy parecido al de los días siguientes al terremoto del 19 de Septiembre de 2017. Todas las conversaciones que pude escuchar eran referentes a la marcha del 8 de Marzo y al paro del 9, no hubo una sola sobre otro tema.

Al llegar a la oficina no estaba ninguna de mis compañeras, su ausencia fue notable durante todo el día. Uno de mis compañeros llegó con su hijo de poco más de un año. Salí a comer a una fonda a la que regularmente pedimos o vamos y que es atendida por dos mujeres y un hombre, esperaba que estuviera cerrada pero no fue así, platiqué con ellas y me contaron que la dueña les dijo que si decidían no ir no les descontaría el día, pero habían preferido estar ahí porque piensan que un paro no cambiará nada y es más importante educar que quedarse en casa. Aunque creo que el paro tuvo mucha fuerza, la decisión de quien no quiso unirse porque busca luchar de otra manera me pareció igual de valiente.












Hubo un incidente que tuve regresando de comer. Como muchos, estoy en varios grupos de solo hombres. En uno de ellos, alguien a quien aprecio y conozco hace 30 años, mandó una imagen totalmente ofensiva al movimiento que las mujeres están llevando a cabo. No voy a subirla aquí pero sí quiero describirla: una mujer siendo penetrada vía anal y vaginal por tres penes y con un #NiUnaMás sobrepuesto en alguna parte de la imagen. Aunque nadie se rio, tampoco dijimos nada durante dos horas. Ya ha pasado antes. Después de estarlo pensando, decidí señalar, de la manera más educada que pude, que era una imagen totalmente fuera de lugar, que tendríamos que sumarnos todos a ese movimiento y apartarnos de ese tipo de acciones, reflexionar sobre las mujeres que están en nuestras vidas (esta persona tiene hija, esposa, hermana y madre), pero la respuesta que obtuve fue que estaba bien no hacerlo frente a las mujeres porque podían sentirse humilladas o menospreciadas pero que entre hombres era incluso necesario para fortalecer los lazos fraternos… Así el nivel de algunas personas con las que convivimos.


Por la noche, al salir del trabajo caminé al gym donde no había ni una sola mujer trabajando y muy pocas haciendo ejercicio.




A mi parecer, las mujeres nos han puesto un grandísimo ejemplo de organización, autenticidad y valentía. Hubo mucha gente que trató de desvirtuar las acciones de los últimos días, ojalá que cambien su manera de pensar pronto porque estoy seguro que en poco tiempo no habrá espacio para ellos en ningún sitio.

"Gold Guns Girls"
Metric

lunes, 2 de mayo de 2016

NADA, RUEDA, CORRE

- ¡Atención! ¡Atención!

Avisaba con un megáfono uno de los jueces montado en un jet-ski.

- Quedan diez minutos para que termine la prueba, están a quinientos metros y es muy difícil que lo logren. Pueden quedarse aquí para que los recoja la lancha barredora o pueden seguir nadando hasta donde lleguen. - Terminó de advertirnos.

Sabía que era cierto, apenas me recuperaba de un calambre en la planta del pie izquierdo y me sentía muy cansado, pero no iba a dejar de intentarlo, pelearía hasta el último segundo. Esa distancia final era a favor de la corriente, los primeros mil metros habían sido con el agua en contra y ese era mi último hilo de esperanza para lograr llegar antes del tiempo límite para recoger a La Macaria. 

Nadé tan rápido como pude, el calambre no dejaba de amenazar con volver y algunas aguas malas flotaban en la ruta. A pesar de mi esfuerzo, me quedé a cien metros del punto de control cuando sonaron los silbatos y no me dejaron tomar mi bicicleta para seguir en la competencia.

Me costó superarlo, podría decir que aún no puedo hacerlo. Ese día lloré mucho y tampoco pude disfrutar del todo las vacaciones que había planeado con Ingrid y mis hermanos. Durante algunos días, pensé que era injusto que no me permitieran seguir en la competencia hasta que entendí que las reglas eran esas y precisamente por ser así de estrictas, el volverse triatleta sería algo tan especial. No cualquiera puede terminar las tres pruebas y yo, en ese momento, no tenía lo necesario para serlo. Debía prepararme mejor si quería ser parte de ese grupo.

Dos años pasaron para que pensara intentarlo de nuevo. Volador empezó a calentarme la cabeza a finales del año pasado.

- Bernabéu, ¿no te dan ganas de hacer un triatlón?- Tiró el anzuelo.
- Me da puto cagarla de nuevo pero, déjame pensarlo... Mmmmhhh, ya lo pensé, sí, ja.- Y yo, me enganché sin poner resistencia.

Elegimos Monterrey sobre Huatulco que era nuestra otra opción. Inki, Tania y Carlos se sumaron al plan de acompañarnos.

Llegamos un día antes de la competencia. Apenas dejamos nuestras cosas en casa de la mamá de Tania, en las faldas del Cerro de la Silla, y nos fuimos al Parque Fundidora donde me encontré con Helios, un amigo del futbol que ahora trabaja en la empresa que organiza los triatlones en México. Me dio mucha tranquilidad que él estuviera ahí y saber que es el encargado del equipo médico. 

Llevamos a Maclovia y Macaria al rack de nuestra categoría, en el camino nos marcaron los brazos y piernas con nuestros números de competidor. Acomodamos nuestras cosas y nos tomamos una foto con nuestras bicis.

Entre el viaje y la expo, no habíamos comido más que las galletas del avión. Nos fuimos a comer y después a descansar. Mientras esperábamos a Carlos y Tania, cuyo vuelo se retrasó casi seis horas, fuimos a buscar algo de cenar a las once de la noche aprovechando que nuestra competencia empezaría casi al mediodía. Encontramos unos tacos callejeros ganadores que tenían algo llamado Chicharritas, chicharrón prensado con carnitas en taco o torta, espectaculares. 

Nos fuimos a dormir y por la mañana algunos amigos mandaron mensajes avisando de una tormenta que había caído la noche anterior provocando el desborde del sistema pluvial en el río donde sería la prueba de natación. Los organizadores decidieron recortar la ruta, maldita sea, y seguir con el evento.

César y yo empezamos a estirar afuera del canal mientras algunos ya estaban haciendo un poco de natación para ir calentando músculos. Recordé mis pocas clases de yoga haciendo algunos ejercicios de respiración y las posiciones que hasta ahora mejor me salen, o sea, dos.

Ingrid se acercó a despedirme y entonces me clavé en el agua para moverme hacia el bloque de salida. Volador y yo platicamos mientras se acercaba la hora de nuestro arranque, vimos salir a dos bloques de otras categorías y nos dijimos cuánto estábamos nerviosos por ya comenzar y que pasara lo que tuviera que pasar. 

Al fin nos tocó formarnos en el arco de inicio, hubo una cuenta regresiva, preparé mi Garmin para registar mi competencia, sonó la salida y me lancé hacia adelante para empezar a nadar. La visibilidad no era buena, el agua estaba bastante turbia en un tono verdoso y lo único que podía distinguir eran los pies de los nadadores que iban delante de mí. Ya me lo habían dicho, en la natación siempre hay golpes. Haciendo válidas los advertencias, me tocaron algunas patadas, una de ellas en la nariz que me paró en seco.

Supongo que fue por la emoción de arrancar y los nervios en general, a los doscientos metros, me di cuenta de que no había iniciado mi Garmin, es una pendejada pero para mí era importante cronometrar el tiempo total de cada prueba y grité bajo el agua un "¡Mierdaaaaaaaaaaa!" antes de parar otra vez y apretar el chingado botón de inicio. No me desconcentré pero no hice la mejor competencia. Nadé tratando de hacerlo rápido hasta que empecé a sofocarme y detenerme un par de veces más. Los últimos doscientos cincuenta metros pude encontrar un ritmo y nadarlos de corrido hasta que di una brazada y mi mano chocó con la rampa de salida, no podía creerlo, estaba saliendo del agua y supe que ese día, iba a ser el mío.

Me arranqué los goggles y la gorra, oí a Ingrid gritarme y corrí con paso tambaleante hacia la zona de transición por un camino de unos 50 metros con una alfombra azul que terminaba en los corrales donde estaban las bicicletas. Ahí corrí sobre pasto y lodo mientras me acercaba a Macaria. Cuando llegué al árbol donde la había dejado, no estaba ahí y pensé que alguien la habría tomado.

- ¡¿Quién se roba una bicicleta aquí?! ¡No mamen!

Entonces me di cuenta que la euforia me había llevado a otro rack y a lo lejos vi mi bicicleta tal y como la había dejado. Regresé corriendo y recordé las palabras de Eva Verónica unos días antes.

- Vas a tomar el agua que te den saliendo de la natación, bebe un poco y el resto úsala para limpiarte los pies. Ponte primero los lentes para que no se te olviden, luego el casco y la banda con tu número. Cálzate las zapatillas y corre con ellas hasta la línea de salida de ciclismo.

Lo hice todo tal y como lo dijo excepto lo de las zapatillas. Las tomé con mi mano izquierda después de chocar mi puño con Volador que iba llegando a recoger su bicicleta también y con mi mano derecha tomé el manubrio para salir corriendo otros cincuenta metros hasta poder subirme a la bici. 

Zapatos puestos, clip izquierdo enganchado, gritos de otros competidores y del público, empiezo a pedalear y siento como mis muslos se tensan cuando al fin arranco. Me sé fuerte y estoy emocionado pero no quiero perder la concentración, sé que algún día me caeré de la bicicleta pero no quiero que sea hoy. 

Alcanzo a oír los gritos de Carlos y Tania cuando paso junto a ellos, quiero hacer el mejor tiempo posible y decido no guardarme nada aquí tampoco, voy a pedalear tan rápido como pueda y hasta que pueda. El circuito es de ocho kilómetros y tenemos que hacerlo cinco veces. Hay muchas curvas y voy por momentos junto a algunos ciclistas muy veloces a los que quiero pegarme pero no logro aguantarles el ritmo más de algunos metros. Cada vez que paso frente a los muchachos escucho sus gritos y me lleno de energía para seguir. A pesar de algunos tramos con el pavimento muy dañado, las llantas resistieron y no tuve que usar la cámara que compré el día anterior y que no sé cambiar todavía. En el recorrido me cruzo con César y nos gritamos para darnos aliento.

- ¡Bernabéu!
- ¡Venga, Volador! - le respondo con un grito.

Termino la distancia y corro para dejar a Macaria mientras dos competidores van peleando a mentadas de madre tal vez por algún rebase que a alguno de ellos no le gustó. La etapa sobre la bicicleta no es mucho menos agresiva que la natación, me tocó ver muchos rebases apretados y a algunos ciclistas haciendo movimientos imprudentes, aunque no siempre con mala intención sino por falta de pericia. Yo estoy un poco como zombie cuando voy camino al rack, para mí es un sueño estar ahí y sentirme tan bien, siento que estoy haciendo buena competencia y sigo en mi carrera.

Me saco las zapatillas, me pongo calcetas y me calzo mis tenis, es la última vez que voy a usarlos para una carrera. Me pongo mi gorra y me tomo uno de los geles que traigo mientras empiezo a correr para salir de la segunda transición.

Cuando entré al circuito lo hice corriendo a buen ritmo y sigo hasta encontrarme con mi novia y mis amigos de frente en la primera curva antes de subir al primer puente de los dos que tendría que subir cuatro veces cada uno, ¿qué?. Me gritan, les sonrío y sigo con mi camino, veo que llevo buen paso y empiezo a hacer cuentas para calcular mi llegada. Apenas tres kilómetros adelante se empiezan a caer mis números, comienzo a bajar mi ritmo dramáticamente y tomo uno de los dos geles que me quedan. 

Entonces me pasa lo que nunca, se me quedan torcidas las manos y los brazos, algo no está bien y me preocupo pero, una vez que me tomo el gel, todo vuelve casi a la normalidad y sigo mi camino.

Cada que paso frente a Carlos me grita que me veo entero, mentira, sé que me está mintiendo pero le agradezco sus porras y acepto un gel que casi me lleva hasta la boca.

- ¿Cómo vas, ca? Te falta solo una vuelta. - Me dice serio.
- Ya troné, Prieto. - Le contesto mientras pienso que sí, sé que ya no puedo más pero que salirme no es una opción, voy a terminar como sea.

Arranco a la última vuelta con las piernas hechas una piedra. Faltando quinientos metros alguien en el público le grita a un corredor que viene a unos pasos de mí y con el que vengo corriendo casi toda la prueba de carrera.

- ¡Venga, Yoda! Ya no trae nada ese flaco, chíngatelo.

Yoda se envalentona y me rebasa a toda velocidad frente a su amigo y yo lo veo alejarse algunos metros delante de mi mientras pienso "Ya te luciste con tu amigo, putito. Ahora voy por ti." Aprieto el paso un poco y empiezo a cazarlo hasta que, faltando doscientos metros arranco con lo último que me queda y logro llegar corriendo a la meta mientras oigo los gritos de Ingrid, Tania y Carlos. Me doblo sobre una barrera. Vomito.

Camino y me encuentro con Dr. Helios quien me lleva a la enfermería para asegurarse de que estoy bien mientras platicamos y confirmamos que no hay problema, las manos torcidas fueron una baja de azúcar por calcular mal los geles que consumiría.
Entonces salgo y coincido con la llegada de César que viene codo a codo con otro corredor y le grito para animarlo. Lo veo cruzar la meta. Camino hacia él para abrazarlo y felicitarlo.

- ¡Volador! ¡Volador! - le grito mientras nos acercamos.
- Somos triatletas, manito.- Me responde y nos abrazamos agotados.

Nos vamos caminando mientras nos contamos nuestras carreras y nos seguimos felicitando.

¿Viste qué chingón estaba el Cerro de la Silla?; Sí, la nube que traía encima estaba poca madre; Güey, hay unos cabrones rapidísimos en la bici; ¡Y las chavas!; Sí, no mames. Me le pegué a una hasta que le di hueva y me dejó cagada de risa; Jajaja, ¿Te das cuenta que hoy nos volvimos triatletas?; Tenemos que repetirlo; Y prepararnos mejor; Tenemos que ser más fuertes y más rápidos. Hoy teníamos que terminar pero podemos hacerlo mucho mejor; ¿Cuándo el siguiente? Abrazos, lágrimas, risas.

Así, maté a uno de mis dragones. No podría decir que he tenido la fortuna porque no creo en la suerte y menos en el destino, tuve que chingarle para lograrlo. Ahora tengo otro dragón pendiente desde hace tiempo y al que no puedo seguir dejando vivo. Ya le encajé mi espada, pero tengo que rematarlo en las próximas semanas. Ya estuvo bueno de escribir de carreras y trataré de concentrarme estos próximos días para venir a contar sobre eso y otras cosas.

Focus, focus, focus, Bernardo.

Llevo varias semanas despertando con Al Green cantando en mi cabeza.

Al Green
"Let's Stay Together"



viernes, 8 de abril de 2016

LALA 2016

Antes de que pase más tiempo, de que acumule más pendientes, sume más minutos de insomnio unas veces improductivo y otras también, aquí está mi Maratón Lala 2016.

Me sentía tranquilo una noche antes, tanto, que no me llevó más de algunos minutos quedarme dormido profundamente a pesar de una pequeña reunión en la calle que, pensando que no me dejaría dormir, tenía muy inquieta a Ingrid. Nada, dormí de corrido casi seis horas.

A las cinco de la mañana nos despertamos todos, Don Armando nos saludó y comenzó a alistarse para salir a tiempo ya que él participaría como escolta del maratón en su motocicleta. Más o menos sin prisas estuvimos a tiempo, nos subimos a la camioneta y llegamos al punto donde sería la salida de la carrera que es en una zona industrial a un costado de la planta de Lala. Nos tomamos fotos con nuestra porra, nos abrazamos y, Xó, Roger y yo, nos separamos de ellos para entrar a los corrales.



Aunque preparé más o menos bien este maratón, tenía muchas dudas sobre cómo iba a responder mi cuerpo al clima que estaba pronosticado para ese día. Al momento de la salida se sentía frío pero no tardaba en amanecer y con eso, aparecer el calor que nos habían prometido. Salimos juntos los tres y así nos mantuvimos los primeros dos kilómetros hasta que saludamos a los muchachos por primera vez.

Salimos hacia Lerdo, una de las ciudades que conforman La Comarca. Cada kilómetro, desde el inicio, me iba monitoreando para confirmar que estuviera corriendo al ritmo que había planeado. Una semana antes, platiqué con unos de mis entrenadores, Edgar, y pensamos que podía bajarle un poco a lo que había hecho hace unos meses en Chicago. Sin presionarme, lo estaba haciendo mientras disfrutaba de la gente y sus gritos. 

Además de correr, lo que más me gusta de una carrera es chocar mi mano con la de las personas en el público y aquí había muchas manos estiradas que se encontraron con la mía durante toda la carrera, ese momento de impacto palma con palma es pura energía.

Casi llegando a Lerdo, venía todavía muy concentrado en mis pasos hasta que un grito con mi nombre me despertó y vi a George que venía volando de regreso.

- ¡Venga, cabrón! - nos gritamos al mismo tiempo y seguimos con nuestros caminos.

En ese punto había una tarima con unas chavas haciendo zumba, con unos escotes espectacularmente pronunciados y que ponían unas ganas en su rutina que todos comentamos al final, para mí, la porra ganadora en el concurso que hacen los organizadores al mejor grupo de apoyo de todo el evento. Ahí se estrechaba mucho el recorrido, corrimos por una calle que estaba llena de gente en sus dos costados y que remataba con la plaza de la ciudad, la ruta la rodeaba y salíamos de regreso a Gómez Palacio. 

Creo que ese fue el último momento en el que más o menos vi un árbol que diera sombra. A partir de entonces corrí con el Sol de frente o de costado casi todo el tiempo. Entonces recordé que no me había puesto bloqueador y que no quise usar gorra.

Para el kilómetro quince, o algo así, después de saludar a Ingrid, Becca, Rodrigo y Armando, pasamos por el puente que cruza el río. Una estructura de acero por la que imagino que alguna vez pasó el tren y que me llamó mucho la atención desde el día que llegamos y pasamos por ahí.

Está chingón correr en otras ciudades, el ambiente, los gritos y en este caso, el acento, lo hacen todo distinto.

- ¡Ya se hizo! ¡Ya se hizo la mashaca!
- ¡Shíngale que ahí viene tu suegra!
- ¡Otro poco y llegan a las sheves!

Mucha gente todo el recorrido, todo el tiempo. La ruta pasa por colonias fresas y rockeras, pero en todas ellas, las personas salían con buena vibra, vaselina, bolsas de agua, hielos, miel y coca fría con gas.

Conforme fui avanzando y acercándome al final me encontré con que traía paso para romper mi récord por ocho minutos, nada mal. Además me sentía fuerte y entero. El calor lo estaba controlando con chorros de agua en la cabeza después de tomar un poco cada dos kilómetros.

Empecé a soñar con ese tiempo, romper tu marca así debe sentirse como la primera vez que metes un gol de cabeza, o como cuando tienes diecisiete años y te animas a darle un beso a la chava que te gusta, o como cuando estás en la secu y tu boleta no tiene ni un solo rojo ese mes, o como cuando... ya me entendiste; eso es lo que imaginaba mientras llegaba al kilómetro treinta y cinco. No me dio pared, pero sí me desconcentré y me dieron ganas de ir al baño. No sé si tomé demasiada agua, pero los siguientes dos kilómetros no pude hacer otra cosa que no fuera encontrar un baño y después de detenerme medio minuto ya nada fue igual.

Me recriminé no haber tenido la disciplina de aguantarme unos pasos más, llegar a la meta y no cambiar mi ritmo, no detenerme. Me costó mucho poner mis piernas en movimiento hasta que por fin reaccionaron y alcancé, casi, la velocidad que traía hasta antes de parar.

A lo lejos alcancé a ver el parque donde terminaba la carrera y sentí alivio, aún podía mejorar mi tiempo pero tenía que apretar el paso, estaba corriendo en la orilla entre lograrlo y no.

Entonces, aquí quiero contar esto como lo haría el mismo Armando.

Como cuando te acuerdas que una vez en el Maratón de Torreón me encontraste y me dijiste:
- ¡Tato! ¡Tato! ¿Cómo te sientes? Vas muy bien, te faltan dos kilómetros, ya no te voy a soltar, te voy a llevar hasta la meta.

No mames, Superman no me vio porque traía lentes, pero chillé, tantito, pues. Me dio mucho gusto que mi amigo pudiera acompañarme, después sufrí un poco porque el parque no terminaba, lo rodeábamos y en cada esquina que doblábamos, Armando me prometía que era la última, pero no. Discutimos un poco porque yo ya estaba hasta la madre y él no quería verme caer a tan pocos metros del final.

- ¡No quiero que veas tu reloj! ¡Mira al frente!
- ¿Cuánto falta? Ya no puedo. - Le dije balbuceando.
- ¡No importa! ¡Piensa en todos los que te acompañaron en tus entrenamientos, ellos también hicieron un esfuerzo para que tú estés aquí! ¡Se los debes!

Y entonces, sucedió (como diría Kevin Arnold). Recordé las distancias, las desmañanadas, las piedras en los riñones, la Alameda de Toluca y los últimos domingos en Reforma. No puedo decir que corrí como nunca porque mentiría, pero me alcanzó para llegar a la meta y alzar los brazos, suficiente.



Como premio, el papá de Xó nos hizo una carne asada, con sus amigos laguneros y que en algún momento convertimos en una borrachera criminal que al día siguiente nos tenía noqueados a casi todos.



El récord, pues, me quedé arriba por veintiseis segundos, lo cual me tiene ardido y encabronado porque no debí detenerme y no me lo voy a perdonar hasta que pueda mejorarlo, ya tendré mi revancha en unos meses si los dioses del maratón así lo quieren.

Mientras, en un par de semanas, a saldar una cuenta (espero) que dejé pendiente en Cozumel hace un par de años.

No me decidía por cuál versión de video dejar. Me gusta mucho la original, que está dando click aquí, pero ganó esta otra en vivo.

Gustavo Cerati
"Crimen"

miércoles, 9 de marzo de 2016

LA COMARCA


Como la mayoría de las veces, hice mi maleta apenas un día antes. No es que esté bien o mal, así preparo mis cosas con la idea de que si necesito usar algo antes, no tenga que desordenar y regresar todo a la maleta más de una vez. Teníamos que estar a las cinco de la mañana en el aeropuerto así que, terminando de empacar una hora después de la media noche, programé la alarma del celular a las cuatro; las cuatro y cuatro; y, para asegurar, las cuatro y ocho tratando de no darme margen para quedarme dormido integrando el sonido del despertador a mis sueños como ya me ha pasado.

Puntuales, Ingrid y yo nos encontramos con Xó y Rodrigo que nos contaba anécdotas de su vida en Chihuahua y Torreón mientras esperábamos abordar el avión que nos llevaría a La Comarca. Algo de lo que más me gusta de volar, es ver la topografía de los lugares por donde vamos pasando; el trazo de los pueblos y ciudades; las carreteras; los tonos en los cuerpos de agua y las parcelas de siembra; las montañas y las nubes.

El papá de Xó no solo tuvo la amabilidad de recibirnos en su casa, sino también de recogernos en el aeropuerto y llevarnos a comer gorditas de harina que, previo al vuelo, Rodrigo ya se había encargado de generar suficiente expectativa en mí como para no dudar en que serían lo primero que comería llegando. Después de manejar media hora rodeando una pequeña cordillera de minas de cantera, llegamos a un lugar a la orilla de la carretera donde había algunas mesas al aire libre en un extremo y una parrilla con cinco mujeres que atendían el negocio repartiéndose las actividades. Haciendo masa de harina (de trigo) y maíz, unas; preparando gorditas, otras; y, una más que se encargaba de ver que las comandas se hicieran y se entregaran en cada mesa. Además del murmullo de las mesas, el ambiente lo completaba un cantante de corridos norteños que se acompañaba de una guitarra vieja con un rótulo de alacrán que decía "El Venado Norteño".

Don Armando, el papá de Xó, anotó nuestro pedido y lo llevó para que nos sirvieran la primera tanda. Hice caso de la recomendación de los expertos y pedí primero una de moronga y otra de prensado que es algo parecido al chicharrón prensado de la Ciudad de México pero sin tanta grasa ni el color rojo con el que yo lo conozco, espectacular. Seguí dejándome llevar por las sugerencias de nuestros anfitriones y comí una (tal vez fueron dos) de algo parecido al guisado de chicharrón en salsa verde pero que allá conocen como cuero, no menos fantástico que el primero. Terminé con una maravilla de discada que debe su nombre a que se prepara en discos de arado deformados para usarse como si fuera un sartén.

Ya con la barriga llena y el corazón contento, fuimos a la Feria de Torreón donde estaban entregando los paquetes para el maratón. La organización fue muy buena, ayudó que era viernes y que no eran más de las doce del día. En la exposición pasaban más o menos las mismas cosas que suceden en la del DF (¿todavía se le puede llamar así?), pero a menor escala. Una tienda de la marca deportiva que patrocina la carrera en la entrada, un muro dónde escribir por qué o por quién corre uno el maratón, un espacio para tomarse la foto con algún elemento alusivo a otro de los patrocinadores, una manta con el nombre de cada uno de los inscritos al maratón; como sea, yo estaba enganchado con todo eso porque puede que sea lo mismo en cada carrera, pero no es igual, en serio, así como slogan de banco.

Comimos y nos fuimos a descansar. Llegando a la casa nos encontramos con Rosita, nuestra anfitriona también, que casi iba de salida y fue hasta el día siguiente que pudimos platicar y conocernos un poco. El desgaste del viaje nos mandó más o menos temprano a dormir. La Mushasha y yo quedamos en despertarnos no antes de las diez de la mañana para a esa hora salir a correr cinco kilómetros máximo y sentir un poco las condiciones de clima que íbamos a tener un día después. Así lo hicimos mientras Armando, Becca y Roger llegaban también a La Laguna. Casi al mismo tiempo, llegaron nuestros amigos y Marce, una querida amiga que lleva algún tiempo trabajando para el Museo Arocena en Torreón y que desde el momento que supo que estaríamos allá, se ofreció a darnos un paseo por el centro. Grandes anfitriones que tuvimos en este viaje.

De camino al museo, nos contó de cómo se fundó la ciudad a principios del siglo pasado a partir del desvío de la ruta del tren que originalmente pasaría por Lerdo y cuyos habitantes no quisieron cerca, lo cuál trajo un mayor desarrollo y crecimiento a la ranchería donde ahora se ubica Torreón, que junto a Lerdo y Gómez Palacio, principalmente, forman La Comarca Lagunera. Tres ciudades, dos estados y un corazón. ¡Ámonos! 

Conocimos su museo que cuenta con exhibiciones permanentes, muy bien montadas, de arte virreinal, europeo y de historia de México. Ocupa la antigua casa de la Familia Arocena y lo que alguna vez fue el Banco Chino donde a principios de la Revolución Mexicana, fueron asesinados cientos de inmigrantes de ese país. Los edificios están bien conservados y se trató de mantener el sistema constructivo original. Ahí nos encontramos con María y Maricela también.

Por la tarde regresamos a una cena que organizaron para los participantes del maratón. Mientras hablábamos, veíamos que pasaban volando muchas parvadas de diferentes tipos de aves conforme iba acercándose la noche. Rodrigo me contaba que le recordaba a las tardes de su infancia cuando veía en Chihuahua el mismo espectáculo que nos tocaba en ese momento. Yo le platicaba también que me había acordado de los días en los que en la Ciudad de México, había golondrinas antes de que cayera lluvia, de las luciérnagas y del charquito que había cerca de mi casa cuando era niño, que a mi me parecía un lago y donde jugaba a tirar piedras de pato.

El maratón, ¿qué? De ese, luego les cuento.

Caifanes
"Viento"