lunes, 2 de mayo de 2016

NADA, RUEDA, CORRE

- ¡Atención! ¡Atención!

Avisaba con un megáfono uno de los jueces montado en un jet-ski.

- Quedan diez minutos para que termine la prueba, están a quinientos metros y es muy difícil que lo logren. Pueden quedarse aquí para que los recoja la lancha barredora o pueden seguir nadando hasta donde lleguen. - Terminó de advertirnos.

Sabía que era cierto, apenas me recuperaba de un calambre en la planta del pie izquierdo y me sentía muy cansado, pero no iba a dejar de intentarlo, pelearía hasta el último segundo. Esa distancia final era a favor de la corriente, los primeros mil metros habían sido con el agua en contra y ese era mi último hilo de esperanza para lograr llegar antes del tiempo límite para recoger a La Macaria. 

Nadé tan rápido como pude, el calambre no dejaba de amenazar con volver y algunas aguas malas flotaban en la ruta. A pesar de mi esfuerzo, me quedé a cien metros del punto de control cuando sonaron los silbatos y no me dejaron tomar mi bicicleta para seguir en la competencia.

Me costó superarlo, podría decir que aún no puedo hacerlo. Ese día lloré mucho y tampoco pude disfrutar del todo las vacaciones que había planeado con Ingrid y mis hermanos. Durante algunos días, pensé que era injusto que no me permitieran seguir en la competencia hasta que entendí que las reglas eran esas y precisamente por ser así de estrictas, el volverse triatleta sería algo tan especial. No cualquiera puede terminar las tres pruebas y yo, en ese momento, no tenía lo necesario para serlo. Debía prepararme mejor si quería ser parte de ese grupo.

Dos años pasaron para que pensara intentarlo de nuevo. Volador empezó a calentarme la cabeza a finales del año pasado.

- Bernabéu, ¿no te dan ganas de hacer un triatlón?- Tiró el anzuelo.
- Me da puto cagarla de nuevo pero, déjame pensarlo... Mmmmhhh, ya lo pensé, sí, ja.- Y yo, me enganché sin poner resistencia.

Elegimos Monterrey sobre Huatulco que era nuestra otra opción. Inki, Tania y Carlos se sumaron al plan de acompañarnos.

Llegamos un día antes de la competencia. Apenas dejamos nuestras cosas en casa de la mamá de Tania, en las faldas del Cerro de la Silla, y nos fuimos al Parque Fundidora donde me encontré con Helios, un amigo del futbol que ahora trabaja en la empresa que organiza los triatlones en México. Me dio mucha tranquilidad que él estuviera ahí y saber que es el encargado del equipo médico. 

Llevamos a Maclovia y Macaria al rack de nuestra categoría, en el camino nos marcaron los brazos y piernas con nuestros números de competidor. Acomodamos nuestras cosas y nos tomamos una foto con nuestras bicis.

Entre el viaje y la expo, no habíamos comido más que las galletas del avión. Nos fuimos a comer y después a descansar. Mientras esperábamos a Carlos y Tania, cuyo vuelo se retrasó casi seis horas, fuimos a buscar algo de cenar a las once de la noche aprovechando que nuestra competencia empezaría casi al mediodía. Encontramos unos tacos callejeros ganadores que tenían algo llamado Chicharritas, chicharrón prensado con carnitas en taco o torta, espectaculares. 

Nos fuimos a dormir y por la mañana algunos amigos mandaron mensajes avisando de una tormenta que había caído la noche anterior provocando el desborde del sistema pluvial en el río donde sería la prueba de natación. Los organizadores decidieron recortar la ruta, maldita sea, y seguir con el evento.

César y yo empezamos a estirar afuera del canal mientras algunos ya estaban haciendo un poco de natación para ir calentando músculos. Recordé mis pocas clases de yoga haciendo algunos ejercicios de respiración y las posiciones que hasta ahora mejor me salen, o sea, dos.

Ingrid se acercó a despedirme y entonces me clavé en el agua para moverme hacia el bloque de salida. Volador y yo platicamos mientras se acercaba la hora de nuestro arranque, vimos salir a dos bloques de otras categorías y nos dijimos cuánto estábamos nerviosos por ya comenzar y que pasara lo que tuviera que pasar. 

Al fin nos tocó formarnos en el arco de inicio, hubo una cuenta regresiva, preparé mi Garmin para registar mi competencia, sonó la salida y me lancé hacia adelante para empezar a nadar. La visibilidad no era buena, el agua estaba bastante turbia en un tono verdoso y lo único que podía distinguir eran los pies de los nadadores que iban delante de mí. Ya me lo habían dicho, en la natación siempre hay golpes. Haciendo válidas los advertencias, me tocaron algunas patadas, una de ellas en la nariz que me paró en seco.

Supongo que fue por la emoción de arrancar y los nervios en general, a los doscientos metros, me di cuenta de que no había iniciado mi Garmin, es una pendejada pero para mí era importante cronometrar el tiempo total de cada prueba y grité bajo el agua un "¡Mierdaaaaaaaaaaa!" antes de parar otra vez y apretar el chingado botón de inicio. No me desconcentré pero no hice la mejor competencia. Nadé tratando de hacerlo rápido hasta que empecé a sofocarme y detenerme un par de veces más. Los últimos doscientos cincuenta metros pude encontrar un ritmo y nadarlos de corrido hasta que di una brazada y mi mano chocó con la rampa de salida, no podía creerlo, estaba saliendo del agua y supe que ese día, iba a ser el mío.

Me arranqué los goggles y la gorra, oí a Ingrid gritarme y corrí con paso tambaleante hacia la zona de transición por un camino de unos 50 metros con una alfombra azul que terminaba en los corrales donde estaban las bicicletas. Ahí corrí sobre pasto y lodo mientras me acercaba a Macaria. Cuando llegué al árbol donde la había dejado, no estaba ahí y pensé que alguien la habría tomado.

- ¡¿Quién se roba una bicicleta aquí?! ¡No mamen!

Entonces me di cuenta que la euforia me había llevado a otro rack y a lo lejos vi mi bicicleta tal y como la había dejado. Regresé corriendo y recordé las palabras de Eva Verónica unos días antes.

- Vas a tomar el agua que te den saliendo de la natación, bebe un poco y el resto úsala para limpiarte los pies. Ponte primero los lentes para que no se te olviden, luego el casco y la banda con tu número. Cálzate las zapatillas y corre con ellas hasta la línea de salida de ciclismo.

Lo hice todo tal y como lo dijo excepto lo de las zapatillas. Las tomé con mi mano izquierda después de chocar mi puño con Volador que iba llegando a recoger su bicicleta también y con mi mano derecha tomé el manubrio para salir corriendo otros cincuenta metros hasta poder subirme a la bici. 

Zapatos puestos, clip izquierdo enganchado, gritos de otros competidores y del público, empiezo a pedalear y siento como mis muslos se tensan cuando al fin arranco. Me sé fuerte y estoy emocionado pero no quiero perder la concentración, sé que algún día me caeré de la bicicleta pero no quiero que sea hoy. 

Alcanzo a oír los gritos de Carlos y Tania cuando paso junto a ellos, quiero hacer el mejor tiempo posible y decido no guardarme nada aquí tampoco, voy a pedalear tan rápido como pueda y hasta que pueda. El circuito es de ocho kilómetros y tenemos que hacerlo cinco veces. Hay muchas curvas y voy por momentos junto a algunos ciclistas muy veloces a los que quiero pegarme pero no logro aguantarles el ritmo más de algunos metros. Cada vez que paso frente a los muchachos escucho sus gritos y me lleno de energía para seguir. A pesar de algunos tramos con el pavimento muy dañado, las llantas resistieron y no tuve que usar la cámara que compré el día anterior y que no sé cambiar todavía. En el recorrido me cruzo con César y nos gritamos para darnos aliento.

- ¡Bernabéu!
- ¡Venga, Volador! - le respondo con un grito.

Termino la distancia y corro para dejar a Macaria mientras dos competidores van peleando a mentadas de madre tal vez por algún rebase que a alguno de ellos no le gustó. La etapa sobre la bicicleta no es mucho menos agresiva que la natación, me tocó ver muchos rebases apretados y a algunos ciclistas haciendo movimientos imprudentes, aunque no siempre con mala intención sino por falta de pericia. Yo estoy un poco como zombie cuando voy camino al rack, para mí es un sueño estar ahí y sentirme tan bien, siento que estoy haciendo buena competencia y sigo en mi carrera.

Me saco las zapatillas, me pongo calcetas y me calzo mis tenis, es la última vez que voy a usarlos para una carrera. Me pongo mi gorra y me tomo uno de los geles que traigo mientras empiezo a correr para salir de la segunda transición.

Cuando entré al circuito lo hice corriendo a buen ritmo y sigo hasta encontrarme con mi novia y mis amigos de frente en la primera curva antes de subir al primer puente de los dos que tendría que subir cuatro veces cada uno, ¿qué?. Me gritan, les sonrío y sigo con mi camino, veo que llevo buen paso y empiezo a hacer cuentas para calcular mi llegada. Apenas tres kilómetros adelante se empiezan a caer mis números, comienzo a bajar mi ritmo dramáticamente y tomo uno de los dos geles que me quedan. 

Entonces me pasa lo que nunca, se me quedan torcidas las manos y los brazos, algo no está bien y me preocupo pero, una vez que me tomo el gel, todo vuelve casi a la normalidad y sigo mi camino.

Cada que paso frente a Carlos me grita que me veo entero, mentira, sé que me está mintiendo pero le agradezco sus porras y acepto un gel que casi me lleva hasta la boca.

- ¿Cómo vas, ca? Te falta solo una vuelta. - Me dice serio.
- Ya troné, Prieto. - Le contesto mientras pienso que sí, sé que ya no puedo más pero que salirme no es una opción, voy a terminar como sea.

Arranco a la última vuelta con las piernas hechas una piedra. Faltando quinientos metros alguien en el público le grita a un corredor que viene a unos pasos de mí y con el que vengo corriendo casi toda la prueba de carrera.

- ¡Venga, Yoda! Ya no trae nada ese flaco, chíngatelo.

Yoda se envalentona y me rebasa a toda velocidad frente a su amigo y yo lo veo alejarse algunos metros delante de mi mientras pienso "Ya te luciste con tu amigo, putito. Ahora voy por ti." Aprieto el paso un poco y empiezo a cazarlo hasta que, faltando doscientos metros arranco con lo último que me queda y logro llegar corriendo a la meta mientras oigo los gritos de Ingrid, Tania y Carlos. Me doblo sobre una barrera. Vomito.

Camino y me encuentro con Dr. Helios quien me lleva a la enfermería para asegurarse de que estoy bien mientras platicamos y confirmamos que no hay problema, las manos torcidas fueron una baja de azúcar por calcular mal los geles que consumiría.
Entonces salgo y coincido con la llegada de César que viene codo a codo con otro corredor y le grito para animarlo. Lo veo cruzar la meta. Camino hacia él para abrazarlo y felicitarlo.

- ¡Volador! ¡Volador! - le grito mientras nos acercamos.
- Somos triatletas, manito.- Me responde y nos abrazamos agotados.

Nos vamos caminando mientras nos contamos nuestras carreras y nos seguimos felicitando.

¿Viste qué chingón estaba el Cerro de la Silla?; Sí, la nube que traía encima estaba poca madre; Güey, hay unos cabrones rapidísimos en la bici; ¡Y las chavas!; Sí, no mames. Me le pegué a una hasta que le di hueva y me dejó cagada de risa; Jajaja, ¿Te das cuenta que hoy nos volvimos triatletas?; Tenemos que repetirlo; Y prepararnos mejor; Tenemos que ser más fuertes y más rápidos. Hoy teníamos que terminar pero podemos hacerlo mucho mejor; ¿Cuándo el siguiente? Abrazos, lágrimas, risas.

Así, maté a uno de mis dragones. No podría decir que he tenido la fortuna porque no creo en la suerte y menos en el destino, tuve que chingarle para lograrlo. Ahora tengo otro dragón pendiente desde hace tiempo y al que no puedo seguir dejando vivo. Ya le encajé mi espada, pero tengo que rematarlo en las próximas semanas. Ya estuvo bueno de escribir de carreras y trataré de concentrarme estos próximos días para venir a contar sobre eso y otras cosas.

Focus, focus, focus, Bernardo.

Llevo varias semanas despertando con Al Green cantando en mi cabeza.

Al Green
"Let's Stay Together"