Se enteró antes que yo, creo. No lo había relacionado, pero lleva tres o cuatro días observándome demasiado.
Hoy vino preocupada, se acostó en mi pecho, me olió con cuidado y paciencia, me maulló que esté tranquilo, repitió la revisión olfativa y volvió a acostarse sobre mí sin apartar sus ojos de los míos. Así estuvimos hasta que me dormí un rato y soñé cosas rarísimas y atemporales que a esta hora ya no recuerdo.
Nina, gatita de plomo, cómo te quiero.