viernes, 8 de abril de 2016

LALA 2016

Antes de que pase más tiempo, de que acumule más pendientes, sume más minutos de insomnio unas veces improductivo y otras también, aquí está mi Maratón Lala 2016.

Me sentía tranquilo una noche antes, tanto, que no me llevó más de algunos minutos quedarme dormido profundamente a pesar de una pequeña reunión en la calle que, pensando que no me dejaría dormir, tenía muy inquieta a Ingrid. Nada, dormí de corrido casi seis horas.

A las cinco de la mañana nos despertamos todos, Don Armando nos saludó y comenzó a alistarse para salir a tiempo ya que él participaría como escolta del maratón en su motocicleta. Más o menos sin prisas estuvimos a tiempo, nos subimos a la camioneta y llegamos al punto donde sería la salida de la carrera que es en una zona industrial a un costado de la planta de Lala. Nos tomamos fotos con nuestra porra, nos abrazamos y, Xó, Roger y yo, nos separamos de ellos para entrar a los corrales.



Aunque preparé más o menos bien este maratón, tenía muchas dudas sobre cómo iba a responder mi cuerpo al clima que estaba pronosticado para ese día. Al momento de la salida se sentía frío pero no tardaba en amanecer y con eso, aparecer el calor que nos habían prometido. Salimos juntos los tres y así nos mantuvimos los primeros dos kilómetros hasta que saludamos a los muchachos por primera vez.

Salimos hacia Lerdo, una de las ciudades que conforman La Comarca. Cada kilómetro, desde el inicio, me iba monitoreando para confirmar que estuviera corriendo al ritmo que había planeado. Una semana antes, platiqué con unos de mis entrenadores, Edgar, y pensamos que podía bajarle un poco a lo que había hecho hace unos meses en Chicago. Sin presionarme, lo estaba haciendo mientras disfrutaba de la gente y sus gritos. 

Además de correr, lo que más me gusta de una carrera es chocar mi mano con la de las personas en el público y aquí había muchas manos estiradas que se encontraron con la mía durante toda la carrera, ese momento de impacto palma con palma es pura energía.

Casi llegando a Lerdo, venía todavía muy concentrado en mis pasos hasta que un grito con mi nombre me despertó y vi a George que venía volando de regreso.

- ¡Venga, cabrón! - nos gritamos al mismo tiempo y seguimos con nuestros caminos.

En ese punto había una tarima con unas chavas haciendo zumba, con unos escotes espectacularmente pronunciados y que ponían unas ganas en su rutina que todos comentamos al final, para mí, la porra ganadora en el concurso que hacen los organizadores al mejor grupo de apoyo de todo el evento. Ahí se estrechaba mucho el recorrido, corrimos por una calle que estaba llena de gente en sus dos costados y que remataba con la plaza de la ciudad, la ruta la rodeaba y salíamos de regreso a Gómez Palacio. 

Creo que ese fue el último momento en el que más o menos vi un árbol que diera sombra. A partir de entonces corrí con el Sol de frente o de costado casi todo el tiempo. Entonces recordé que no me había puesto bloqueador y que no quise usar gorra.

Para el kilómetro quince, o algo así, después de saludar a Ingrid, Becca, Rodrigo y Armando, pasamos por el puente que cruza el río. Una estructura de acero por la que imagino que alguna vez pasó el tren y que me llamó mucho la atención desde el día que llegamos y pasamos por ahí.

Está chingón correr en otras ciudades, el ambiente, los gritos y en este caso, el acento, lo hacen todo distinto.

- ¡Ya se hizo! ¡Ya se hizo la mashaca!
- ¡Shíngale que ahí viene tu suegra!
- ¡Otro poco y llegan a las sheves!

Mucha gente todo el recorrido, todo el tiempo. La ruta pasa por colonias fresas y rockeras, pero en todas ellas, las personas salían con buena vibra, vaselina, bolsas de agua, hielos, miel y coca fría con gas.

Conforme fui avanzando y acercándome al final me encontré con que traía paso para romper mi récord por ocho minutos, nada mal. Además me sentía fuerte y entero. El calor lo estaba controlando con chorros de agua en la cabeza después de tomar un poco cada dos kilómetros.

Empecé a soñar con ese tiempo, romper tu marca así debe sentirse como la primera vez que metes un gol de cabeza, o como cuando tienes diecisiete años y te animas a darle un beso a la chava que te gusta, o como cuando estás en la secu y tu boleta no tiene ni un solo rojo ese mes, o como cuando... ya me entendiste; eso es lo que imaginaba mientras llegaba al kilómetro treinta y cinco. No me dio pared, pero sí me desconcentré y me dieron ganas de ir al baño. No sé si tomé demasiada agua, pero los siguientes dos kilómetros no pude hacer otra cosa que no fuera encontrar un baño y después de detenerme medio minuto ya nada fue igual.

Me recriminé no haber tenido la disciplina de aguantarme unos pasos más, llegar a la meta y no cambiar mi ritmo, no detenerme. Me costó mucho poner mis piernas en movimiento hasta que por fin reaccionaron y alcancé, casi, la velocidad que traía hasta antes de parar.

A lo lejos alcancé a ver el parque donde terminaba la carrera y sentí alivio, aún podía mejorar mi tiempo pero tenía que apretar el paso, estaba corriendo en la orilla entre lograrlo y no.

Entonces, aquí quiero contar esto como lo haría el mismo Armando.

Como cuando te acuerdas que una vez en el Maratón de Torreón me encontraste y me dijiste:
- ¡Tato! ¡Tato! ¿Cómo te sientes? Vas muy bien, te faltan dos kilómetros, ya no te voy a soltar, te voy a llevar hasta la meta.

No mames, Superman no me vio porque traía lentes, pero chillé, tantito, pues. Me dio mucho gusto que mi amigo pudiera acompañarme, después sufrí un poco porque el parque no terminaba, lo rodeábamos y en cada esquina que doblábamos, Armando me prometía que era la última, pero no. Discutimos un poco porque yo ya estaba hasta la madre y él no quería verme caer a tan pocos metros del final.

- ¡No quiero que veas tu reloj! ¡Mira al frente!
- ¿Cuánto falta? Ya no puedo. - Le dije balbuceando.
- ¡No importa! ¡Piensa en todos los que te acompañaron en tus entrenamientos, ellos también hicieron un esfuerzo para que tú estés aquí! ¡Se los debes!

Y entonces, sucedió (como diría Kevin Arnold). Recordé las distancias, las desmañanadas, las piedras en los riñones, la Alameda de Toluca y los últimos domingos en Reforma. No puedo decir que corrí como nunca porque mentiría, pero me alcanzó para llegar a la meta y alzar los brazos, suficiente.



Como premio, el papá de Xó nos hizo una carne asada, con sus amigos laguneros y que en algún momento convertimos en una borrachera criminal que al día siguiente nos tenía noqueados a casi todos.



El récord, pues, me quedé arriba por veintiseis segundos, lo cual me tiene ardido y encabronado porque no debí detenerme y no me lo voy a perdonar hasta que pueda mejorarlo, ya tendré mi revancha en unos meses si los dioses del maratón así lo quieren.

Mientras, en un par de semanas, a saldar una cuenta (espero) que dejé pendiente en Cozumel hace un par de años.

No me decidía por cuál versión de video dejar. Me gusta mucho la original, que está dando click aquí, pero ganó esta otra en vivo.

Gustavo Cerati
"Crimen"