Dormí poco pero dormí bien. Estoy tranquilo, no pude entrenar como había planeado y está bien, voy a disfrutar la carrera sin presionarme por el tiempo. Le pedí a mi hermano que me hiciera el diseño de la playera que voy a usar, que incluyera los nombres de mi familia y el de mis atletas favoritos que siempre son ejemplo para mi.
Son las 5.45 am y caminamos 10 minutos para tomar el tren que nos dejará en el centro. Igual que en CdMx, la mayoría somos corredores y los vagones van llenos, por lo mismo, en cada estación tardamos en arrancar de nuevo y empiezo a ponerme nervioso por la posibilidad de que se haga tan tarde que no alcance a llegar a tiempo para la salida. Prieto está nervioso también, me manda mensajes y me pregunta si estoy cerca para irnos juntos con Ale y Euri como quedamos un día antes. Al fin llegamos.
- ¡Una foto los cuatro juntos! -
- ¡Ahora con ésta cámara! -
- ¡Volteen para acá! -
Beso a Ingrid, abrazo también. Te amo, yo también. Vámonos ya. Estamos a dos cuadras de la línea de salida pero ya son las 6.45 am y no dejarán entrar a nadie después de las 7.20 am. Hay mucha gente, por favor, que lleguemos a tiempo a nuestro corral. Lo logramos, a pesar de la multitud, todo fluye y está organizado perfectamente. Estamos listos, 7.10 am.
Estamos nerviosos, tenemos frío pero sabemos que al rato hará calor y humedad. Muchos traen playeras, chamarras y sudaderas que se irán quitando en el camino y que alguien recogerá para dársela a gente que vive en la calle. Vamos a tomarnos una foto antes de salir. Una mujer canta el himno de Estados Unidos en el micrófono, hay mucha gente muy emocionada, entre ellos, nosotros. Aplaudimos y empezamos a avanzar con el contingente maratonista. Siento la piel erizada, estoy llorando. Soñé varias veces con este día, durante mucho tiempo parecía que no iba a estar listo pero sí. Solo quiero terminar sin lesiones.
- Berna, me voy contigo.-
Me tranquiliza oir a Prieto decirme eso.
- Vamos a irnos con calma, a disfrutar el recorrido sin volvernos locos.- Es nuestra estrategia.
Es cierto, estamos de vacaciones. Me siento bien en este ritmo. Choco mi mano con la de los niños. Vamos leyendo los carteles de la gente mientras platicamos de cómo le fue en Paris, de cómo nos lesionamos los dos, de nuestros planes, de todo. Él va poniendo el ritmo, yo me acelero con los choques de mano pero Carlos me regresa. Estoy cómodo, es mucho mejor corredor que yo y sé que me va cuidando. Ahí están las chicas. El ánimo para arriba. Las saludamos y nos vamos recargados. Más plática. Vamos paseando. Estamos bien.
Me siento fuerte y aprieto el paso. ¿Qué tanto puedo aguantar este ritmo? Puedo ir más rápido. ¿Qué tan rápido? No quiero pararme. Me he detenido muchas veces en los dos maratones que he hecho hasta ahora, muchas veces. Una de mis metas es no hacerlo hoy. Bajo mi ritmo. Ahí están de nuevo las muchachas. Otra vez el ánimo para arriba. Me siento muy bien. Medio Maratón.
Si sigo así, puedo hacer menos de cuatro horas. No sueñes. Estoy fuerte. Tranquilo. Puedo hacerlo. Mantengo el paso y dejo de ver la ruta. Me concentro en abrir mi compás, en marcar mi brazada, mantener mi respiración y ritmo cardiaco.
Ya no soporto el calor. El sol está en mi espalda y siento que me quema las piernas. No debí correr con mallas, la tela negra se está calentando demasiado y no las aguanto ya. Es la última parte. Nunca he corrido más de 35 km sin detenerme. Mi último gel. Más Gatorade. Más agua. No te detengas.
Calambre abajo de nalga izquierda. No te detengas. Arrastro mi paso y clavo mi mano en en la pierna para matarlo. Me amenaza con volver durante 2 km. Invoco a los nombres de mi playera. Lloro. Veo mi Garmin. Aún puedo pegarle abajo de las cuatro horas. Sueño.
Recta infinita. Ya no hay sombra. No sé qué hago aquí. Quiero parar.
- ¡No te detengas, cabrón! - Me recrimino por pensarlo.
¿Cuánto falta? No te detengas. Resiste 2 km más, es una vuelta a Ámsterdam, lo has hecho muchas veces hasta caminando. Sí, quiero caminar. No te detengas.
- ¡Hey! ¡Berna!
Ahí están de nuevo. Hola. ¿Esas caras de susto serán por cómo me veo? No puedo más. Última milla. Que no me la dé.
- ¡Tato! ¡Tato! Aquí está tu bandera.-
- No la voy a aguantar, no puedo llevarla. - Respondo mientras siento que si la cargo, el esfuerzo me va a hacer vomitar.
Dice que me quiere y que me ve en la meta. No estoy tan seguro de poder llegar hasta ese lugar. Sigo corriendo por inercia. 200 m finales, vuelta a la derecha. Una montaña. Corredores en el suelo, en sillas de ruedas, paramédicos. Pienso que estoy a unos segundos de estar como ellos. No te detengas. Terminando esa subida, habrá una bajada. Nada. Vuelta a la izquierda. Quiero cerrar pero las piernas no dan más que para mantener el paso.
Lloro de nuevo. Alzo los brazos. Cierro los ojos. Respiro.
Mi primer maratón sin detenerme.
Qué día más increíble.
Como cuando en los 90's, al inicio de las transmisiones de los partidos de los Pumas por Imevisión, el maratón de Chicago empezó con esta gran rola.
Van Halen
"Right Now"
martes, 27 de octubre de 2015
martes, 6 de octubre de 2015
DESDE LA BANCA
Después del Maratón CdMx del año pasado me había tomado algunos días de descanso que se convirtieron en semanas que, sin darme cuenta, se volvieron meses hasta llegar al 2015.
Me había metido en la cabeza la idea de correr algún Major este año así que apliqué para Chicago y NYC después de tener mi primer decepción cuando no salí en la lotería para Berlín.
Me había metido en la cabeza la idea de correr algún Major este año así que apliqué para Chicago y NYC después de tener mi primer decepción cuando no salí en la lotería para Berlín.
En alguno de esos días de principio de año fue que me lastimé jugando fútbol. Como siempre, pensando que soy invencible, no me cuidé y se agravó la rodilla en la cancha del Deportivo Avierto en un partido que debimos ganar (sí, cómo no) pero perdimos 1-9... ja.
Desde la banca tuve que ver pasar a mis compañeros del Run And Run cada fin de semana en cada carrera a la que acompañaba a Ingrid. Aunque siempre me emociono cuando veo a mis compañeros y amigos del equipo, no era lo mismo estar esperando a que pasaran para animarlos que poder correr junto a ellos. La participación para el maratón de la Ciudad de Mexico la veía cada día más lejos hasta que un día la dejé ir de mi corazón y decidí que mejor me concentraría en recuperarme para poder hacer el maratón del próximo 11 de Octubre.
Empecé a hacer terapia con unas fisios que son unas campeonas, Lau y Vale; dieta con Ari para bajar los 12 kilos que gané en mi flojera obligada; revisiones con el Dr. Saya y Héctor Martínez que terminaron de dejarme listo para regresar a correr hace tres meses. Gracias.
Que ya sea domingo 11 de Octubre de 2015, ya estuvo bueno de soñar con ese maratón.
Hace rato mi papá, el verdadero IronBerna, me posteó esta canción en mi fake book para animarme rumbo a la carrera.
Chicago
"25 or 6 to 4"
sábado, 19 de septiembre de 2015
85+30
Ese día desayunaba con mi hermana en el comedor de la casa. Nos habíamos mudado dos semanas antes, después de haber viajado durante casi un año desde Tultitlán hasta el Pedregal todas las mañanas para ir al kinder. Esa es otra historia que no voy a contar hoy.
Mi mamá nos acompañaba en el desayuno y mi papá se preparaba para llevarnos a la escuela. Cuando empezó todo, los dos pensaron que se trataba de una broma del otro.
- No te hagas el chistoso, deja de mover ese mueble. - Reclamaba mi mamá hasta que se dio cuenta que al mueble con las botellas que chocaban unas con otras no lo movía nadie.
Tati y yo estábamos sentados en una mesa redonda de madera que hacía un pequeño rechinido con el temblor. Yo trataba de llevarme la cuchara a la boca desde un plato de frijoles en caldo con garabatos de crema. Dije trataba porque todo se movía y no podía dejar mi cubierto en el plato. El ruido de las ventanas golpeando era cada vez más fuerte pero un temblor era algo que yo no había vivido, ni siquiera sabía lo que era, así que intenté terminar mi desayuno.
Después de recibir tremendo regaño de mi mamá por no levantarme de la mesa, me abracé a ella y su panza de 9 meses que traía a mi hermano Axel dentro y que nacería justo 15 días después. Mi papá cargó a mi hermana y tras una intensa, aunque veloz, discusión para decidir bajo qué marco nos colocaríamos, nos abrazamos los cuatro (cinco) y nos pusimos a rezar.
La roca volcánica sobre la que está ese edificio crujía con cada ir y venir del terremoto. Hoy, parándome en el mismo punto en el que nos refugiamos, no alcanzo a ver lo que veía ese día.
Una de mis tías vivía en un edificio en la calle Antonio M. Anza, frente al multifamiliar Benito Juárez, en la colonia Roma. Cada fin de semana, las reuniones de mi familia paterna eran ahí y cuando nos íbamos, lo hacíamos por la calle de Orizaba que se volvía un paso a desnivel debajo de algunos edificios del conjunto, uno de los caminos más bonitos por los que he andado y que el 19 de septiembre de 1985 dejó de existir.
Cuando el terremoto terminó, mi papá llamó a su hermana para preguntarle cómo estaban. Ella le respondió que estaban bien pero que había mucha neblina y no se veía el multifamiliar Juárez. Minutos después se enteraría de que se trataba del polvo provocado por el derrumbe de los edificios.
En aquel entonces no tuve mucho contacto con todo lo que generó el terremoto. Probablemente ayudó que mi hermano naciera en esos días y que él y mi mamá tuvieran que estar en la casa. De cualquier manera, las veces que salimos, mis papás tuvieron el cuidado de no tomar rutas donde hubiera demasiados edificios derrumbados aunque tengo el recuerdo de ver a mucha gente haciendo campamento durante años en San Lázaro.
Hasta la prepa, después de leer Nada, Nadie de Elena Poniatowska fue que entendí, más o menos, la magnitud de lo que había sucedido diez años antes. Veinte años después, conocí la historia de Adriana, una amiga que junto a su madre, perdió absolutamente todo lo que tenía en Tlatelolco.
Aún así, con tantas historias tan fuertes, hay gente que sigue sin tomar con seriedad los simulacros, las medidas de seguridad, la experiencia de las personas que lo vivieron, que se atreve a decir "no pasa nada".
Algo nos sigue faltando a muchos de nosotros. En mi familia, por ejemplo, no tenemos un plan de dónde encontrarnos o qué acciones tomar en caso de una emergencia. Ingrid y yo hemos platicado sobre tener una mochila lista con documentos, medicinas, agua y dinero para cada uno pero hasta ahí hemos llegado, no pasamos de las palabras al hecho.
Es cierto que va a seguir temblando en esta ciudad y que un día, que no sabemos cuándo será, va a venir otro gran terremoto. Ojalá nos podamos tomar las cosas más serias y hagamos un plan con los que son más cercanos a nosotros, desde el trabajo hasta la casa.
Rockdrigo González
"Máquina del Tiempo"
Mi mamá nos acompañaba en el desayuno y mi papá se preparaba para llevarnos a la escuela. Cuando empezó todo, los dos pensaron que se trataba de una broma del otro.
- No te hagas el chistoso, deja de mover ese mueble. - Reclamaba mi mamá hasta que se dio cuenta que al mueble con las botellas que chocaban unas con otras no lo movía nadie.
Tati y yo estábamos sentados en una mesa redonda de madera que hacía un pequeño rechinido con el temblor. Yo trataba de llevarme la cuchara a la boca desde un plato de frijoles en caldo con garabatos de crema. Dije trataba porque todo se movía y no podía dejar mi cubierto en el plato. El ruido de las ventanas golpeando era cada vez más fuerte pero un temblor era algo que yo no había vivido, ni siquiera sabía lo que era, así que intenté terminar mi desayuno.
Después de recibir tremendo regaño de mi mamá por no levantarme de la mesa, me abracé a ella y su panza de 9 meses que traía a mi hermano Axel dentro y que nacería justo 15 días después. Mi papá cargó a mi hermana y tras una intensa, aunque veloz, discusión para decidir bajo qué marco nos colocaríamos, nos abrazamos los cuatro (cinco) y nos pusimos a rezar.
La roca volcánica sobre la que está ese edificio crujía con cada ir y venir del terremoto. Hoy, parándome en el mismo punto en el que nos refugiamos, no alcanzo a ver lo que veía ese día.
Una de mis tías vivía en un edificio en la calle Antonio M. Anza, frente al multifamiliar Benito Juárez, en la colonia Roma. Cada fin de semana, las reuniones de mi familia paterna eran ahí y cuando nos íbamos, lo hacíamos por la calle de Orizaba que se volvía un paso a desnivel debajo de algunos edificios del conjunto, uno de los caminos más bonitos por los que he andado y que el 19 de septiembre de 1985 dejó de existir.
Cuando el terremoto terminó, mi papá llamó a su hermana para preguntarle cómo estaban. Ella le respondió que estaban bien pero que había mucha neblina y no se veía el multifamiliar Juárez. Minutos después se enteraría de que se trataba del polvo provocado por el derrumbe de los edificios.
En aquel entonces no tuve mucho contacto con todo lo que generó el terremoto. Probablemente ayudó que mi hermano naciera en esos días y que él y mi mamá tuvieran que estar en la casa. De cualquier manera, las veces que salimos, mis papás tuvieron el cuidado de no tomar rutas donde hubiera demasiados edificios derrumbados aunque tengo el recuerdo de ver a mucha gente haciendo campamento durante años en San Lázaro.
Hasta la prepa, después de leer Nada, Nadie de Elena Poniatowska fue que entendí, más o menos, la magnitud de lo que había sucedido diez años antes. Veinte años después, conocí la historia de Adriana, una amiga que junto a su madre, perdió absolutamente todo lo que tenía en Tlatelolco.
Aún así, con tantas historias tan fuertes, hay gente que sigue sin tomar con seriedad los simulacros, las medidas de seguridad, la experiencia de las personas que lo vivieron, que se atreve a decir "no pasa nada".
Algo nos sigue faltando a muchos de nosotros. En mi familia, por ejemplo, no tenemos un plan de dónde encontrarnos o qué acciones tomar en caso de una emergencia. Ingrid y yo hemos platicado sobre tener una mochila lista con documentos, medicinas, agua y dinero para cada uno pero hasta ahí hemos llegado, no pasamos de las palabras al hecho.
Es cierto que va a seguir temblando en esta ciudad y que un día, que no sabemos cuándo será, va a venir otro gran terremoto. Ojalá nos podamos tomar las cosas más serias y hagamos un plan con los que son más cercanos a nosotros, desde el trabajo hasta la casa.
Rockdrigo González
"Máquina del Tiempo"
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