miércoles, 9 de marzo de 2016

LA COMARCA


Como la mayoría de las veces, hice mi maleta apenas un día antes. No es que esté bien o mal, así preparo mis cosas con la idea de que si necesito usar algo antes, no tenga que desordenar y regresar todo a la maleta más de una vez. Teníamos que estar a las cinco de la mañana en el aeropuerto así que, terminando de empacar una hora después de la media noche, programé la alarma del celular a las cuatro; las cuatro y cuatro; y, para asegurar, las cuatro y ocho tratando de no darme margen para quedarme dormido integrando el sonido del despertador a mis sueños como ya me ha pasado.

Puntuales, Ingrid y yo nos encontramos con Xó y Rodrigo que nos contaba anécdotas de su vida en Chihuahua y Torreón mientras esperábamos abordar el avión que nos llevaría a La Comarca. Algo de lo que más me gusta de volar, es ver la topografía de los lugares por donde vamos pasando; el trazo de los pueblos y ciudades; las carreteras; los tonos en los cuerpos de agua y las parcelas de siembra; las montañas y las nubes.

El papá de Xó no solo tuvo la amabilidad de recibirnos en su casa, sino también de recogernos en el aeropuerto y llevarnos a comer gorditas de harina que, previo al vuelo, Rodrigo ya se había encargado de generar suficiente expectativa en mí como para no dudar en que serían lo primero que comería llegando. Después de manejar media hora rodeando una pequeña cordillera de minas de cantera, llegamos a un lugar a la orilla de la carretera donde había algunas mesas al aire libre en un extremo y una parrilla con cinco mujeres que atendían el negocio repartiéndose las actividades. Haciendo masa de harina (de trigo) y maíz, unas; preparando gorditas, otras; y, una más que se encargaba de ver que las comandas se hicieran y se entregaran en cada mesa. Además del murmullo de las mesas, el ambiente lo completaba un cantante de corridos norteños que se acompañaba de una guitarra vieja con un rótulo de alacrán que decía "El Venado Norteño".

Don Armando, el papá de Xó, anotó nuestro pedido y lo llevó para que nos sirvieran la primera tanda. Hice caso de la recomendación de los expertos y pedí primero una de moronga y otra de prensado que es algo parecido al chicharrón prensado de la Ciudad de México pero sin tanta grasa ni el color rojo con el que yo lo conozco, espectacular. Seguí dejándome llevar por las sugerencias de nuestros anfitriones y comí una (tal vez fueron dos) de algo parecido al guisado de chicharrón en salsa verde pero que allá conocen como cuero, no menos fantástico que el primero. Terminé con una maravilla de discada que debe su nombre a que se prepara en discos de arado deformados para usarse como si fuera un sartén.

Ya con la barriga llena y el corazón contento, fuimos a la Feria de Torreón donde estaban entregando los paquetes para el maratón. La organización fue muy buena, ayudó que era viernes y que no eran más de las doce del día. En la exposición pasaban más o menos las mismas cosas que suceden en la del DF (¿todavía se le puede llamar así?), pero a menor escala. Una tienda de la marca deportiva que patrocina la carrera en la entrada, un muro dónde escribir por qué o por quién corre uno el maratón, un espacio para tomarse la foto con algún elemento alusivo a otro de los patrocinadores, una manta con el nombre de cada uno de los inscritos al maratón; como sea, yo estaba enganchado con todo eso porque puede que sea lo mismo en cada carrera, pero no es igual, en serio, así como slogan de banco.

Comimos y nos fuimos a descansar. Llegando a la casa nos encontramos con Rosita, nuestra anfitriona también, que casi iba de salida y fue hasta el día siguiente que pudimos platicar y conocernos un poco. El desgaste del viaje nos mandó más o menos temprano a dormir. La Mushasha y yo quedamos en despertarnos no antes de las diez de la mañana para a esa hora salir a correr cinco kilómetros máximo y sentir un poco las condiciones de clima que íbamos a tener un día después. Así lo hicimos mientras Armando, Becca y Roger llegaban también a La Laguna. Casi al mismo tiempo, llegaron nuestros amigos y Marce, una querida amiga que lleva algún tiempo trabajando para el Museo Arocena en Torreón y que desde el momento que supo que estaríamos allá, se ofreció a darnos un paseo por el centro. Grandes anfitriones que tuvimos en este viaje.

De camino al museo, nos contó de cómo se fundó la ciudad a principios del siglo pasado a partir del desvío de la ruta del tren que originalmente pasaría por Lerdo y cuyos habitantes no quisieron cerca, lo cuál trajo un mayor desarrollo y crecimiento a la ranchería donde ahora se ubica Torreón, que junto a Lerdo y Gómez Palacio, principalmente, forman La Comarca Lagunera. Tres ciudades, dos estados y un corazón. ¡Ámonos! 

Conocimos su museo que cuenta con exhibiciones permanentes, muy bien montadas, de arte virreinal, europeo y de historia de México. Ocupa la antigua casa de la Familia Arocena y lo que alguna vez fue el Banco Chino donde a principios de la Revolución Mexicana, fueron asesinados cientos de inmigrantes de ese país. Los edificios están bien conservados y se trató de mantener el sistema constructivo original. Ahí nos encontramos con María y Maricela también.

Por la tarde regresamos a una cena que organizaron para los participantes del maratón. Mientras hablábamos, veíamos que pasaban volando muchas parvadas de diferentes tipos de aves conforme iba acercándose la noche. Rodrigo me contaba que le recordaba a las tardes de su infancia cuando veía en Chihuahua el mismo espectáculo que nos tocaba en ese momento. Yo le platicaba también que me había acordado de los días en los que en la Ciudad de México, había golondrinas antes de que cayera lluvia, de las luciérnagas y del charquito que había cerca de mi casa cuando era niño, que a mi me parecía un lago y donde jugaba a tirar piedras de pato.

El maratón, ¿qué? De ese, luego les cuento.

Caifanes
"Viento"

12 comentarios:

  1. Ok, nomás para probar y certificar las famosas gorditas, algún día tendré que ir a La Comarca, ya si aprovecho y corro, eso será otra cosa. Atentos y pendientes de la segunda parte.

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  2. No me ves, pero estoy babeando por esas gorditas, ¡ñam!
    Fascinante tour literario, por Torrreón.

    Ya te hubieras seguido de corrido con esa segunda parte, ¿Qué tanto es tantito?

    Pendiente... :)

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    1. Yo me acuerdo y babeo también, qué buenas estaban. Ponte tú que voy a tratar de escribir la segunda parte pronto.

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    1. ¡Vamos! ¿o qué? Me quedé con ganas de ver a Damián pero ni tiempo de buscarlo. ¡Beso, Bren!

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  4. ¡Berna!¡qué gusto volverte a leer! me transportaste a un lugar que no conozco y siento que estuve un ratito con ustedes. Espero pronto probar las discadas. Un beso y ¡felicidades de nuevo!

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    1. ¡Muchad gracias, Diana! Estaría bien si hacemos una discada por acá con la ayuda de los mushashos norteños ¡cof, cof! A ver si alguien pone su casa ¡cof, cof, cof!

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    1. No voy a aceptar que vuelvas a dejarme en los viajes que tenemos programados. Ya se te dijo antes, incluso ahora se te está repitiendo. Ya regredaremos por unas de moronga a ver si al del próximo año.

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