jueves, 14 de octubre de 2010

PAMBOLERO

Ya había dicho antes que soy muy aficionado al futbol.   Lo he sido desde hace muchos años e incluso en algunos momentos de mi vida, he rayado en el fanatismo.   No me importa, no me avergüenza decirlo.   Pero no siempre fue así.   El primer deporte que practiqué fue el futbol americano.   A los cinco años, jugar con banderas pegadas a la cintura en lugar de usar casco como los jugadores en la tele fue una gran decepción.   No duré mucho tiempo en eso.   Además, el Mundial del '86 se estaba jugando en mi país y aunque no alcanzaba a entender la magnitud de un evento así, ver a Negrete anotar el gol que le hizo a Bulgaria, cambió mis intereses deportivos al instante.   No es que yo fuera ajeno al futbol, no.   Entre los primeros recuerdos que tengo, estan aquellos donde mi papá gritaba mientras veía los partidos por televisión "Goooooooool del Snoopy!!!".   Yo salía corriendo para ver la anotación y mientras llegaba hasta la pantalla, imaginaba a Snoopy, el amigo de Carlitos, corriendo en círculos, con los brazos extendidos a los costados y la mirada en el cielo, obvio. . . con la playera rojiblanca de las Chivas Rayadas del Guadalajara.   Lo que nunca gritaba mi papá era el apodo completo del goleador tapatío, el Snoopy Pérez.   Eso sí, puede que en mis primeros años no estuviera tan interesado en el futbol pero siempre, siempre. . . he sido chiva.

Nunca he sido un gran jugador.   Igual he tenido buenos momentos como malos y ya.   Corro mucho, me aviento, grito, me enojo y festejo.   Es mi terapia de la semana y cómo tal, la espero tan pronto el árbitro silba el final de cada partido.   Desde hace casi diez años juego en la Liga del Ajusco y hasta hace unos meses me di cuenta de que no recordaba desde cuándo no cambiaba mis zapatos.   Los examiné cómo si no los conociera.   Era evidente que eso no sucedía hace muchos años.   Los giraba, veía sus agujetas polvientas y viejas, sus costuras abiertas y en uno de ellos, un agujero por donde se asomaba mi calceta a la altura del dedo gordo y el dedo que le sigue al dedo gordo.   Daban pena, pero también ya había contado que a mi me cuesta desprenderme de las cosas.   Ya sea por los recuerdos que estan ligados a ellas o por la costumbre a usar algo y saber cómo funciona, de sentirlo como una extensión de uno mismo después de tanto tiempo.   Todo el fin de semana estuve recordando las temporadas, los equipos por los que he pasado y los pocos o muchos goles que he anotado.   No es que lo haya metido yo, pero ese par de zapatos viejos que estaba por despedir, hicieron uno de los mejores goles que jamás haya visto. . .   Hace dos años jugábamos la semifinal y estábamos 1-2 perdiendo con 10 minutos antes del final del partido. . . cambio de juego en media cancha desde la banda izquierda, Berna la baja con el pecho y desde ahi, sin pensarlo mucho, sacó con la zurda una raya de fuego que se metió pegada a la base del poste. . . tómenla Barcelona (mi actual equipo. . . jejeje).   Para cerrar el partido, mi hermano metió el gol de la victoria que nos dio el pase a la final que una semana después ganamos en penales.   Para no perder la costumbre, ya me desvié del tema. . .  Lo que quería decir es que no fue fácil dejar los zapatos.   Pero en este caso no había mucho qué hacer.

Fui a la tienda por unos nuevos.   Le pedí a mi hermano que se encargara de tirar los viejos a la basura, yo no tuve corazón para hacerlo. 

Los nuevos andan de huevones.   Llevan tres meses conmigo y todavía no me hacen cantar ningún gol. . . los muy cabrones.   Pensé que con el recién estrenado juego de tacos, podría cambiarme el nombre de Bernardo a Bernagol, pero empiezo a pensar que el problema ya no está en los zapatos, sino en quién los está usando. . .




Siempre que oigo ésta canción, mi mente se llena de jugadas pambolerísimas.   Seguro que no soy el único. wooooooooooooooooooo hoooooooooooooooo!!!

Blur
"Song 2"