lunes, 2 de noviembre de 2009

AQUI ESTÁS

Las hojas secas del otoño crujían a cada paso que daba. Tenía la sensación de que alguien seguía su caminar y mientras avanzaba, miraba sobre sus hombros tratando de descubrir a quién fuera que lo escoltara, pero la niebla espesa por la lluvia que caía desde la tarde se lo impedía. Se dió cuenta también de que el ambiente era frío, lo supo por el vapor que salía de su boca en su agitada respiración y porque sentía los dedos de sus manos entumecidos, como cuando recién despiertas de una mala noche y el cuerpo queda adolorido durante las primeras horas después del sueño.

Muchas veces había caminado por esos andadores de piedras negras enlamadas y pasto, bordeados de "Dientes de león" y flores silvestres de temporada. A pesar de eso, hoy le parecían distintos. Sabía que había besado y mordido sus labios como siempre que se decían adiós pero no podía recordar el momento en que se despidió de ella ni tampoco los últimos metros recorridos, probablemente la sensación de sentirse vigilado lo había distraído.

De pronto notó que el ambiente no tenía ese olor característico de la lluvia, su ropa se mantenía seca y las gotas parecían no tocarlo mientras caían sobre su cuerpo. Se sintió aterrado y se detuvo sorprendido. Los pasos que había escuchado durante su camino se detuvieron también y luego avanzaron lentamente hasta parar justo detrás de él.

- ¿Por qué me sigues?- le preguntó asustado esperando que la voz que le respondiera fuera conocida y así poder mirar aliviado a su misterioso acompañante.
- Te he seguido durante mucho tiempo, acortando la distancia y hoy por fin te he alcanzado.- dijo la familiar voz mientras un aire helado soplaba la espalda de Bernardo.

Sintió que su corazón se había detenido, la voz que escuchó era la misma que había estado sonando en su cabeza hasta antes de detenerse. Cerró los ojos, lentamente dió media vuelta sobre su lado izquierdo y poco a poco levantó su cabeza mientras abría nuevamente los ojos. Se encontró con sí mismo, con los ojos negros que tantas veces vió en el espejo, hoy más profundos que nunca.

- Soy tu muerte. Ven conmigo.

Estiró su mano y entendió que la espesa niebla era copal e incienso que poco a poco se abrían para llevarlo al mundo de los muertos.
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Ha sido un día de muertos distinto al de todos los años anteriores. En las ofrendas hay retratos de personas a las que nunca pensé ver ahi. . . sin embargo ahi están, empiezo a aceptarlo y también los siento conmigo como siempre.

Este cuento es parte de un reto que hice con mis amigos escritoresarquitectoficinistasmoderados Konrad y Gabo. Decidimos escribir los tres sobre el mismo tema así que en los próximos días es probable que encontremos alguna interesante versión en sus respectivos blogs.

El sonido no es muy bueno, pero la interprete es la mejor. Me declaro enamorado de su voz desde el primer momento en que la escuché hace muchos años.

Lila Downs
"La Llorona"